Iniciar un viaje, va mucho más allá de imaginárselo, se trata de poner a mover muchas cosas que, dependiendo del objetivo y el propósito, pudieran hacerse más o menos complicadas. Para nosotros en Venezuela, al parecer, las cosas cada día resultan más complicadas. Partiendo del principio de que, para mí, Nepal y el Himalaya se han hecho más que un viaje, una necesidad, por lo general no ha terminado un año, cuando ya me planteo organizarme para salir, generalmente en el Otoño del Himalaya (Agosto a Noviembre), hacia Nepal. Este año 2015 no fue la excepción, ya en febrero, especialmente presionado por un número de millas próximas a vencerse, con la aerolínea “Air-France”, ya había adquirido el boleto, naturalmente no sin antes “sortear” todas las adversidades que, como buen venezolano, implicaban la adquisición de estos boletos que, como es bien sabido, se manejan en todas las latitudes tomando como base, una moneda que mundialmente se conoce con el nombre de “Dólar”. Con esta corta introducción, no es muy difícil imaginarse, como inicio este viaje, sí, el del 2015.
Muchas personas interesadas en ponerse en contacto con la “subcultura” que implica una de las cordilleras más fastuosas del mundo y la gente que allí habita, empezaron a llamarme, muchos de ellos venezolanos que viven en otros países… el tiempo fue pasando, y con él muchos de los “avatares” que trae la vida, entre estos, uno de los más graves y determinantes en este relato, el terrible terremoto que en abril del 2015, devastara gran parte de Nepal, arrebatándole muchos de sus principales atractivos, pero lo más importante, un considerable número de víctimas mortales… aproximadamente 10.000. Definitivamente esto para mí no sería motivo para retrasar o cancelar mi viaje, al contrario, me sentía en la obligación de hacerme presente para, de una u otra manera, ayudar a mitigar el sufrimiento de toda esa gente que durante tantos años me había brindado, gestos de amistad, amabilidad y afecto, como nadie lo había hecho en ninguna otra parte del mundo que hubiera visitado. Pues sí, heme aquí, frente a la puerta M49 del aeropuerto “Charles de Gaulle” de París, proveniente de Maiquetía, esperando mi próximo vuelo, que me llevará por primera vez a China, en una escala inusitada para finalmente llegar, no se después de cuantas horas de vuelo, a Kathmandú, capital de Nepal, donde el día 22 de septiembre… muy tarde en la noche, o al día siguiente… muy temprano en la mañana, me encontraré con el resto de integrantes que visitaremos el mágico mundo de los Himalayas.
La característica “especial” de este viaje, estuvo marcada desde un principio por sus circunstancias. Heme aquí, en el centro de “Guangzhou”, ciudad del Cantón Chino, sentado en un café “Starbucks”, realmente asombrado por el desarrollo de esta ciudad que marcaba mi primera visita a China. Un viaje de 24 horas fue suficiente excusa para un merecido café, además de tener la lluvia como la mejor excusa para guarecerme y caminar un poco por el gigantesco “Mall” que se encontraba cerca de la estación “Tiyu Xilu”. Este “alto en el camino” hacia Nepal, creo que no solo fue necesario, sino conveniente para visitar uno de los países, que por iniciativa propia dudo hubiera escogido como objetivo. Esta ciudad, creo que me vino como “anillo al dedo”, para entender este tema del “comunismo contemporáneo” y la dirección que ha tomado en los últimos años, incluyéndonos a nosotros los venezolanos y países de otras latitudes que pretenden reiniciar procesos que han llevado
“Guangzhou”, aprendiendo un poco sobre “capitalismo” comunista
siglos de transformación para convertir a China en lo que es hoy día, y que en el caso de esta ciudad, que fácilmente pudiera decir que es una mezcla entre “Nueva York” y “Buenos Aires”, apartando el hecho del control que mantiene el Estado sobre los medios de comunicación, incluyendo en estos la TV y la “Internet”… Mañana será otro día y veremos, por el momento el cansancio me obliga a tomar el moderno metro que me conducirá al Hotel, para intentar descansar en este “desbarajuste” de horas e ideas que mantienen mi cuerpo en un profundo letargo.
22 de septiembre a las 10:40 de la noche, el chillido de los cauchos del avión indican que hemos aterrizado en Kathmandú, nada ha cambiado en el aeropuerto, los mismos pasillos, el mismo mobiliario roído de los módulos de migración, el mismo papeleo… todo fluye. El rostro de Pemba, aparece detrás del cristal en la sala de espera, Erika lo segunda y después de un sentido abrazo, la oscuridad abre camino hacia el Hotel. La noche quería ser amable conmigo, ocultándome los recientes sucesos del terremoto de Abril pasado. Solo el silencio me quería hablar, pero preferí ahorrarme las palabras para el día siguiente…
23 de septiembre, amanece y todo está cambiado, me desoriento ante lo que para mí era habitual en el “Kathmandú Guest House”, hotel en el que la mayoría de los venezolanos que visitamos
Nepal solemos quedarnos. No es difícil explicarlo, la mitad del Hotel ha desaparecido, de los escombros trata de levantarse con más fuerza un nuevo edificio que solo muestra sus primeros pasos… como siempre, la sonrisa de todos los empleados y amigos del Hotel es la mejor muestra de que Nepal es un pueblo especial, muy especial. Hoy nos hemos dedicado a visitar algunos amigos y lugares representativos de Kathmandú… todos, con una profundidad en su mirada han dado razón de sus familias y de las esperanzas que tienen ante un futuro venturoso, lo único que lamentan es la disminución de su principal fuente de sus ingresos económicos… el Turismo.
Estos días han pasado casi sin percatarme de que, tan solo hace 5 meses, este país se sumergiera en una verdadera tragedia tras el devastador terremoto del 24 de abril.
El acostumbrado “ritual” de visitar a los amigos y a los lugares más representativos del valle de Kathmandú, así como envolvernos en los preparativos al Trekking hacia el “Campamento Base del Everest” (Comprar equipos, comida, pagar los boletos aéreos, etc.) han hecho casi imperceptible el hecho de que todo este país ha pasado por todo este dolor… apartando el hecho de que se trata de uno de los países más pobres del mundo. Lamentablemente, lo que más los ha castigado en estos días de recuperación, ha sido el hecho de que una de sus principales fuentes de sustento ha mermado notablemente… El Turismo.
Ayer, viernes 25 de septiembre, “intentando” tomar nuestro vuelo al pueblo de “Lukla”, el aeropuerto nacional, que cotidianamente se encuentra saturado de viajeros extranjeros y locales, lo he visto mucho más vacío de lo acostumbrado. Ajeno a todo esto, hay cosas que no cambian… todos los que estábamos interesados en tomar el vuelo con destino a “Lukla”, pueblo donde tradicionalmente se acostumbra a iniciar la marcha hacia la zona del Everest (Sagarmatha), habíamos colocado nuestros despertadores antes de la salida del sol, permanecimos pacientemente durante 8 horas esperando, por la mejoría de las condiciones meteorológicas, de nuestro aeropuerto de destino, lo que nunca llegó. El tiempo fue pasando, marcado por los pasajeros que iban y venían con otros destinos diferentes al nuestro, marcado monótonamente por la voz indescifrable de unos viejos parlantes. Finalmente, allí estábamos otra vez, caminando entre el tumulto de diversas celebraciones en el centro de la ciudad de Kathmandú… mañana sería otro día, lo intentaríamos nuevamente.
Hoy 28 de septiembre, son las 9:49am, hace 15 minutos comenzamos nuestro vuelo hacia “Lukla” con algunos días de retraso. En el horizonte, tímidamente entre las nubes, resplandecen las blancas montañas del Himalaya que mantienen a los pasajeros boquiabiertos ante la magnitud del paisaje, es el paisaje en el cual, tal vez, radique el embrujo invisible que estas moles nevadas ejercen sobre este noble pueblo, cuya mayor riqueza es la grandeza de corazón que los caracteriza.
Hoy es 29 de septiembre, hemos llegado a “Namche-Bazar” (3.350m)… “Sagarmatha” (La diosa madre de la tierra)… el punto más alto de la tierra, Everest como lo conocemos en occidente, nos premió en el camino de ascenso con su presencia. Su presencia es un verdadero aliciente para encarar la fuerte subida hacia la “Namche”. El reinicio de los vuelos a Lukla a activado nuevamente el disminuido turismo que este año visita la zona a raíz del terremoto, que “afortunadamente”, no ha afectado mayormente a este sector del país. Los turistas comienzan a llenar los senderos hacia el “Campo Base del Everest”, y con ello a beneficiar a todos los pobladores del Khumbu. Mañana esperamos continuar nuestra marcha hacia “Lobuche”.
Salir de “Namche” hacia el “Campo Base del Everest”, es una verdadera experiencia para los sentidos. Una moderada pendiente que ronda los 3.200m serpentea el cañón del río “Duth Khosi”, río que desciende desde los mismos glaciares del Khumbu (zona en la que se encuentra enclavado el Sagarmatha/Everest). Las montañas más altas del mundo, ejercen un irresistible atractivo sobre el visitante, llamando con el encanto propio de un límpido cielo de azules infinitos y nieves de una blancura enceguecedora.
Los saludos de los nativos hacen el tiempo imperceptible y convierten los objetivos del día en nombres etéreos que solo significan parte de un recorrido, donde la gente y el paisaje lo son todo. En efecto nos habíamos propuesto alcanzar la población de “Pangboche”, sin embargo la cercanía de la noche y, tal vez el destino mismo de los Bhudas, nos hizo detenernos en el caserío de “Deboche”, lugar de particular importancia religiosa por la presencia de uno de los más antiguos monasterios de la zona, lamentablemente en total reconstrucción después del terremoto del pasado mes de abril. Para mí este lugar, “Deboche”, ha tenido siempre una magia especial, con sus inmensos bosques de rododendros, su silencio y especial colorido, me ha permitido encuentros con seres especiales que el tiempo ha dejado gravado en mi vida. Esta vez no podía ser la excepción. Al entrar a la posada “Rivendell” (nombre particularmente extraño para una posada en el Khumbu), con la amabilidad característica de los sherpas, la propietaria de la posada me entregó la llave de la habitación 102, y tan pronto pude me enfilé hacia ella a través de un pasillo en penumbra, extrañándome al escuchar un mormullo de “mantras” provenientes de un pequeño salón del pasillo… sorprendido descubro que una decena de lamas, dirigidos por el “Rimpoche” (Abad de la zona) del monasterio de “Thyangboche” se encontraban en plena sesión de meditación y estudio. Inmediatamente solicité a la posadera 2 “Kathás” (Bufandas de seda que se dan de ofrenda de honor y afecto a las personas queridas) y ofrecí mis respetos a las altas personalidades que se encontraban presentes. Mi gran premio de ese encuentro fue la sonrisa del lama al reconocerme y tomar mis manos con especial afecto… la noche cerró las puertas del pasillo con la fuerza de la oscuridad y una jornada llena de emociones.
El día de ascenso a “Pangboche”, lo iniciamos como de costumbre, alrededor de las 8:30 de la mañana. La intención era pasar visitando el antiguo templo de “Deboche”, que estaba en pleno proceso de reconstrucción. Al iniciar la marcha nuevamente coincidimos auspiciosamente con el “Rimpoche” que realizaba su caminata matutina por los bosques de rododendros de “Deboche”. Los estragos del terremoto podían verse a lo largo de todo el camino, disimulados en gran parte por la actitud alegre y esperanzadora de todos los habitantes del Khumbu. En el caso de la “Gompa” (Templo) de “Deboche”, este se encontraba totalmente destruido, afortunadamente en pleno proceso de reconstrucción. En efecto, el terremoto había sido inclemente con las construcciones más antiguas… y este templo era uno de los de más vieja data de todo el Khumbu.
Si el sol se apagara, esta parte del mundo quedaría iluminada. El “Ama Dablan” y el macizo del Everest, brillaban con luz propia, una luz enceguecedora, que con la fuerza de su calor, acariciaba nuestros cuerpos entumecidos por el frío de la mañana. “OM Kailash” era nuestra posada… la de siempre, Tashi, una sencilla y alegre sherpa es su propietaria y siempre ha abrazado a sus huéspedes con la sinceridad de su sonrisa… Tashi es la hija del “Lama Geshe”, el “Rimpoche” (Abad) del pueblo de “Pangboche”, con los cuales, a través de los años he establecido una verdadera relación de amistad.
La mañana del 2 de octubre, la iniciamos con los preparativos de visita al “Lama Geshe”, con el que habíamos fijado un encuentro para la realización de una “Puja” (Ceremónia de ofrenda) para solicitar buenos augurios durante nuestra estancia y bienaventuranzas para todos los seres del mundo, especialmente para nuestra golpeada patria Venezuela.
Poco a poco nuestro descenso comenzó a dejar atrás las grandes montañas, que solo han hecho crecer los sueños, los mismos que próximamente harán concretar un proyecto maravilloso en el cual estaremos trabajando y esperamos sea de gran ayuda para este golpeado país que ha sido excelente anfitrión y ejemplo turístico para todo el mundo.
A medida que descendíamos, los “katas” (bufandas de seda para reconocimientos y buenos augurios) iban adornando nuestros cuellos, con la promesa de un pronto retorno y de un mejor futuro. Este año el Himalaya se había mostrado de una manera diferente para mí. Una vez más he caminado entre estas gigantescas montañas, pero en esta oportunidad, no con el ánimo de escalarlas, sino con la intención de entrar en el corazón abierto de esta maravillosa gente, que durante muchos años me ha ofrecido, más de lo que jamás me hubiera podido esperar.
Fue el momento apropiado, con el apoyo de Erika Mendoza, quien no dudó en ningún momento de este proyecto, a pesar de las circunstancias especiales que lo rodeaban, las mismas que nos permitieron entender y apreciar en justa medida, los recientes acontecimientos del terremoto y como este pueblo está afrontando sus devastadoras consecuencias, con una velocidad de respuesta que cualquiera de los países “modernos” quedaría con la “boca abierta”.
Llegamos nuevamente a Kathmandú, ese lugar que enloquece a todos, a algunos para mal, a otros, la mayoría, para bien. Es 7 de octubre y disfruto de mi regreso de la montaña en este privilegiado lugar. Un yogurt con frutas y un exquisito café “capuccino”. Atrás, el sonido el sonido de los martillos, que reconstruyen la parte afectada del “Kathmandú Guest House”, se mezcla armoniosamente con el canto de algunas aves sobre el árbol de “pomelos” y la conversación de los huéspedes en las mesas vecinas. En una esquina del jardín, el Sr. Sakya, propietario del hotel, pasa casi desapercibido entre el personal obrero. El martilleo, que no se ha detenido desde mi llegada el día 22 de septiembre, no molesta en lo absoluto, es el sonido del esfuerzo por volver a la normalidad… el sonido del trabajo, el mismo que quisiera escuchar en cada rincón de mi país, donde todos al unísono trabajáramos por un futuro mejor, para nuestros hijos… para nosotros mismos.
Hoy, finalmente… 10 de octubre, en este “Garden of Dreams” (Jardín de Sueños), una lujosa y vieja casa inglesa, mantenida de manera impecable con sus encantadores jardines, espero por mi almuerzo, acompañado por el graznido de algunos cuervos que hacen vida en este “oasis” dentro de esta bulliciosa ciudad, que con sus contrastes, mantiene una personalidad única en el mundo, donde el “karma” de millones de personas , provenientes de todos los rincones del mundo, parecieran tener un
único desafío…deslastrarse de su propia personalidad a través de sus pequeñas y polvorientas calles, en las que los colores saturan los sentidos y dan lugar a una nueva “raza” llamada Nepal, donde las montañas, las religiones y una mezcla infinita de lenguas y culturas se han amalgamado para dar otro significado a esa palabra que tanto nos agobia en el mundo “moderno”… el Tiempo.
Una sola voz se escucha al unísono entre lo más profundo de este bullicio… “ quieres paz, sé pacífico; quieres que te sonrían, sonríe tú primero; todo lo que encerramos en nuestros corazones, está lleno de infinitas posibilidades que nos conducen a la felicidad.