Cuando sientes el aliento de una montaña, eres parte de ella y compartes cada paso que das con la esencia de lo que eres |
ECUADOR representa, emotivamente hablando, uno de los lugares predilectos dentro del montañismo suramericano. Escalar sus montañas se ha convertido en una tradición para el montañista venezolano que ha adoptado estas tierras como su propia patria. En esta oportunidad hemos decidido conocer verdaderamente a este país con lo que lleva en su interior… en efecto ese tradicional “Camino de los Volcanes” queremos convertirlo en un hecho visitando un volcán que realmente muestre la intensidad y vida que una montaña puede llevar en su interior, en esta oportunidad nos enfilaremos hacia el SANGAY.
El Sangay se encuentra ubicado en el parque que lleva su mismo nombre, de 270.000 hectáreas de extensión, se encuentra situado en la región centro oriental de Ecuador, en las provincias de Chimborazo, Tungurahua y Morona Santiago. Creado en 1979, es uno de los tres mayores parques del país, junto con el de Yasuní y el de Podocarpus.
El volcán activo Sangay es una de sus principales atracciones: tiene una altura de 5350 metros , y es el volcán que ha permanecido activo durante más tiempo en todo el mundo.
Por su ubicación, desde los picos nevados de los Andes hasta la llanura Amazónica, al Parque Nacional Sangay, alberga una altísima biodiversidad y diferentes zonas climáticas y por ello que fue declarado por la UNESCO como Patrimonio Natural de la Humanidad. Además sus diferentes áreas son de espectacular belleza, en la parte de los Andes encontramos, flora y fauna endémicas, varias lagunas que por la actividad Volcánica de la región, han depositado sedimentos y dan origen a una diversidad de tonos en el agua que hacen los paisajes sobrecogedores y espectaculares.
El Volcán Sangay es famoso además por ser uno de los Volcanes más activos del Mundo. Su actividad constante se desarrolla ya por cientos de años y en los cuales también han habido periodos de gran actividad y grandes emanaciones de cenizas hacia los andes centrales. Desde el Campo base, por las noches es posible observar las rocas incandescentes que emana el cráter en sus constantes explosiones. Para llegar a la base del Volcán necesitaremos de 4 días de marcha desde Alao en la provincia del Chimborazo, cruzando valles, ríos y paramos pantanosos. A partir del segundo día de trekking ya podremos observar nuestro objetivo y disfrutar del espectáculo de sus erupciones hasta llegar a la base misma del Volcán donde instalaremos nuestro campamento final antes del intento de conquistar la cumbre. Las Jornadas son muy exigentes, por lo que una excelente condición física es indispensable.
Una vez más recorriendo tierras ajenas, digo ajenas por hablar de costumbres ajenas a nuestro día a día, a la cotidianidad, esas en las que te sientes como si tuvieras siempre que aprender algo, como en efecto siempre lo haces… Eso es lo hermoso del asunto, saber que cuando ya pensabas que todo estaba aprendido, descubres que siempre hay algo nuevo.
En esta oportunidad sentí la necesidad de explorar más allá de lo que normalmente estaba acostumbrado al visitar tierras ecuatorianas y en efecto, heme aquí sentado bajo el entramado de una hiedra que se teje entre la pérgola que da sombra al patio de esta antigua casa de Otavalo, madurando la idea, esperando el momento.
Había llegado el momento de responder al llamado que esta tierra andina me hacia por descubrir el interior de unas montañas en ebullición, en la que la fuerza interna de un pueblo se manifiesta a través de sus volcanes… “El Sangay” es uno de los volcanes que se ha mantenido activo por más tiempo en todo el mundo, sus explosiones o mejor dicho sus erupciones se repiten consecuentemente todos los días y a pesar de ello, la montaña ofrece la oportunidad de llegar a su cima con relativa seguridad a pesar de la continua caída de piedras.
En el horizonte la silueta del “Tunguragua” humeando, no era más que un anuncio de lo que nos habíamos propuesto en los últimos meses… finalmente el camino de los volcanes nos llevaría a recorrer hermosos parajes que en la lejanía terminarían por colocarnos en las laderas de uno de los volcanes que por más tiempo se había mantenido activo en el mundo, ¡El Sangay!.
Riobamba, Licto, Pungalà y finalmente Guarguallà fueron los nombres que con sabor a 4 ruedas nos fueron acompañando durante la jornada del día 16, para finalmente llegar a finales de la tarde bajo un esplendoroso atardecer que pretendía robarle algo de su belleza al hermoso paraje que daría inicio a nuestra caminata del día siguiente.
El día 17 fue marcado por ser una jornada larga y silenciosa… silenciosa por mantenernos en un paisaje totalmente nuevo para todos nosotros. Al dejar Guarguayà comenzamos una bajada para, al cruzar la quebrada del mismo nombre, inmediatamente comenzar la subida hacia un extenso valle que poco a poco nos comenzó a adentrar a un mundo mágico y solitario donde la realidad y el sueño se tomaban de la mano. La entrada a este mundo estuvo marcada por mi encuentro con una anciana que me salió al paso desde la oscuridad de una choza indígena. Nuestro idioma fue un gesto y una sonrisa, entre ella y yo la brecha del lenguaje era nada con respecto a nuestro deseo de entrar en un breve contacto con un mundo totalmente ajeno y desconocido. No fue necesario saber que en “Quichua” ella me deseaba sus mejores augurios y yo en una lengua totalmente ajena para ella le deseaba otro tanto.
Paso tras paso fuimos adentrándonos en un extenso valle en los que los pajonales de hierba “Ugsha” dejaban entre ellos espacios forrados con pequeñas plantas que nos invitaban a descansos en los que el tiempo perdía su verdadera dimensión, como un canto de sirenas cada uno se sumergía en sus propios pensamientos hasta el punto de caer en cortos pero profundos sueños… Invitar a continuar la marcha se convertía en el reto del más fuerte, hasta que de pronto surgía la voz… “vamos” y cada uno a su propio ritmo iniciaba lentamente la marcha.
Adivinando en el extenso valle el camino, poco a poco fuimos ascendiendo hasta los 4.070 m. punto en el cual el altímetro casi no fue necesario, el frío indicaba la altura máxima de la jornada y que el descenso a nuestro próximo campamento “Plaza Pamba” había de iniciarse en breve. Los valles comenzaron a dar paso a un mundo de estrechas crestas y afiladas montañas. 9 horas que pasaron sin darnos cuenta. Fue el tiempo que nos tomó alcanzar el objetivo que nos habíamos propuesto en el día… El Sangay, que se había mantenido oculto tras las nubes nos dio la bienvenida, su aparición tras la luz rojiza del atardecer nos deleito para así completar la jornada con una gustosa cena y en una cómoda choza hasta el día siguiente. Tal vez nuestros sueños serían tan agradables como la realidad que nos había regalado el día que ya terminaba.
La montaña es un lugar de símbolos, que reflejan las realidades de cada uno de diferentes maneras. La mañana del día 18 inició con una especial panorámica del Sangay, a las 7:30 una suave erupción representaba un pequeño saludo a nuestra presencia. Nuestra caminata comenzó a las 9:50 y tan pronto iniciamos el recorrido, dos halcones curiosos comenzaron a sobre volarnos a escasos metros, convirtiéndose en un verdadero deleite al tener como fondo la espectacular montaña.
Las 6 horas de nuestra marcha del día 18 se caracterizo por un subir y bajar por estrechas y filosas aristas que nos adentraban a un mundo verdaderamente primitivo… Cada paso nos acercaba a un mundo primitivo en los que la vida parecía estar en sus orígenes, `la vida se limitaba a su estado más primitivo ya que la topografía del terreno no permitía ningún tipo de asentamiento… Era como si una bestia apocalíptica con sus garras hubiera llenado de cicatrices la faz de la tierra, con toda la sorpresa del caso a las 10 de la mañana nos topamos con un grupo de 4 suizos y sus 5 porteadores haciendo un recorrido por las remotas zonas del “Altar” y “Culebrillas”. A las 3:16 El campamento de “La Playa” estaba ante nosotros, dos pequeñas chozas y un roído cartel de bienvenida eran el único testigo de este perdido lugar situado a 3.620 m en algún lugar de los Andes Ecuatorianos… A los pies del “Sangay”.
Sentado en la cocina de nuestro campamento de “La Playa” a los pies del Sangay, miro en retrospectiva nuestra jornada y me doy cuenta de que esta es una gran montaña. Ayer noche, al percatarnos que el desnivel entre el campamento y la cumbre era de 1.500 m. Decidimos adelantar nuestra salida a la 1:00 de la mañana. Una noche digna de la mejor escalada, la silueta del Sangay nos acompañó durante toda la marcha, que transcurrió a lo largo de las pendientes cubierta de una corteza helada que rodeaban la montaña y hacían la marcha una verdadera proeza, a esto había que añadirle los continuos proyectiles de piedra que pasaban surcando el aire a altas velocidades y que en la noche solamente lo notábamos por su particular silbido o un impacto esporádico a cualquiera de los 8 integrantes del grupo, eran tantas piedras durante todo el día que parecía que el Sangay quería llenar toda la superficie irregular de la topografía de los alrededores. Afortunadamente todo estuvo bien y a las 7:20 llegamos a la cumbre el volcán nos dio la bienvenida con dos sendas erupciones que le dieron un aspecto más sobrecogedor al ambiente que nos rodeaba. El Chimborazo y los Altares hacia el Noroeste y la población de “Macas” hacia el Sureste. Después de un reposo en la cumbre nos apresuramos en el descenso que transcurrió por los arenales descongelados de la montaña, naturalmente sin descuidarnos un solo momento a un impacto inesperado de las innumerables piedras que ahora caían en mayor cantidad que durante la noche… La bajada, naturalmente, más corta que el ascenso, en 4 horas salimos a las pendientes herbosas de la base de la montaña, tomamos algún aperitivo y al llegar al campamento, comer, reírnos y dormir. Eran recuerdos de una montaña hermosa que logro despertar el fuego que todos llevábamos por dentro… El fuego de la aventura, el de la montaña.
Desde el cráter del volcán, pocos minutos antes de llegar a la cumbre |
Jueves 20, día de comenzar a desandar el camino recorrido para llegar a esta hermosa montaña, era como destejer un sweter porque nos equivocamos en algún momento… Solo que en este caso no estábamos claro cual era nuestra equivocación. Un día esplendoroso junto a una inusitada actividad volcánica del Sangay era nuestra mejor despedida, poco a poco caminábamos por el lodoso terreno, cruzando uno a uno los pequeños ríos y a medida que nos alejábamos impresionantes erupciones llenaban el cielo del Sangay con grandes nubes negruzcas… Tal vez una nueva invitación para que en algún momento regresáramos y recorriéramos uno de los lugares más hermosos del Ecuador.
Son las 6:00 de la mañana, en la cocina de “Casa Sol” hierve la tetera, así como en mi bullen los recuerdos de unos días intensos pasados en estas hermosas montañas con aún más hermosas personas. Nuestro viaje está por llegar a su fin, sin embargo son experiencias que de una u otra manera recorrerán el resto de nuestras vidas enriqueciéndonos como personas, dándonos ese fuego interior que todos necesitamos para seguir adelante… Ese mis mismo fuego que en el “Sangay”, mantiene viva la tierra que desde hace muchos años calienta la ilusión de los ecuatorianos y del mundo entero.