Un viejo dicho Budista hace notar que “Somos hoy lo que ayer deseamos ser, y seremos mañana lo que hoy deseemos ser”. En este sentido la historia del montañismo en nuestro país se ha caracterizado por un lento y espasmódico avance que aún no manteniéndose al margen de la realidad internacional, ha mostrado siempre un retraso en cuanto a los objetivos alcanzados y de especial manera en cuanto a la reglamentación y el asociacionismo. Es extraño acudir a los organismos internacionales, Asociaciones de montaña, Clubes, Federaciones, Escuelas, en busca de permisos de escalada, patrocinio, y/o cupo de participación en competencias, cursos o actividades, y darnos cuenta que nos encontramos huérfanos en la dura realidad burocrática que rodea a esta actividad. En todas partes del mundo, incluyendo los países más recónditos y como muchos dirían “subdesarrollados” podemos encontrar hoy día un organismo rector y responsable de la marcha del montañismo, una voz cantante que pueda establecer bajo los canales de participación un criterio común en cualquier área o tema específico. Perú, China… Australia, El Tibet… La India, Estados Unidos… España o Francia, son ejemplos de que donde fijemos nuestra mirada podremos encontrar instituciones que de una forma u otra, con todos sus pro y sus contra, han permitido una proyección, y una partisipación más consona de una actividad que bien pudiera ser considerada popular, por sus efectos y alcances, como lo es el MONTAÑISMO.
Evidentemente el montañismo no escapa a la realidad de cualquier otra actividad deportiva o humana, especialmente porque cuando identificamos al montañista y su entorno, generalmente no podemos concretarnos en un área específica, aunque hoy día existe la tendencia a hablar del montañismo como una actividad deportiva al aire libre, que en efecto en la mayoría de los países del mundo podemos encontrarlo ubicado en las instituciones públicas de carácter deportivo. En Venezuela siempre hemos estado atrás en el deporte, y pretender darle importancia a hechos aislados, que de no ser por esfuerzos personales titánicos jamás hubieran podido consumarse, no nos hace salir de nuestra cruda realidad… no tenemos tradición deportiva… no tenemos “escuela”. Podemos tomar como ejemplo cualquier deporte, desde el popular béisbol hasta nuestro elítesco montañismo y nos daremos cuenta que detrás de cada gran objetivo alcanzado se encuentra un “drama” humano lleno de esfuerzos personales, poco apoyo de los “clubes” y/o “asociaciones”…y mucho menos del estado. Esa visión de autoridad paternalista que nos ha acompañado desde hace muchos años nos ha obligado a ver en los organismos directivos de cualquier institución a unos elementos cuya finalidad “soberana es la de mantenernos (nos lo merezcamos o no) en actitudes y actividades que nos resulten agradables, sin participar directamente en el desarrollo en sí de un criterio personal que permita perpetuar a la institución misma en sí. Creo que ésta es la razón básica en sí por la que en nuestro país, aún a las puertas de un nuevo milenio, no seamos capaces de hablar de “verdaderas” Asociaciones deportivas que estén a favor del desarrollo y buena marcha de sus respectivas especialidades.
Sin querer repetir la tan acostumbrada frase, pero estando plenamente convencido de que toda crisis trae cambios… y generalmente buenos, el montañismo en Venezuela, al igual que el país en general, se encuentra en una de sus peores crisis, de la que ya podemos comenzar a ver elementos de originalidad y creatividad, que aunque se vayan desarrollando de una forma tímida, contrastando con nuestra tradición montañera venezolana, los veo con pié más firme y como una posibilidad segura de consolidación de esta hermosa actividad. No en vano podemos observar como el IND ha comenzado a reestructurar (con un criterio más acorde a la realidad) los así llamados deportes no tradicionales, entre los cuales estoy seguro que el montañismo, si incluimos a todas aquellas personas que de una u otra forma participan de la montaña como una actividad enriquecedora del cuerpo y el espíritu, reuniría a una cantidad de personas que dejaría con la boca abierta, no sólo a las autoridades estatales… sino lo que es peor aún… a nosotros mismos. Digo “lo que es peor aún” porqué no hemos sido capaces de percatarnos de los alcances que podría tener el montañismo como actividad lúdica si nos reuniéramos y fijáramos objetivos comunes. Mientras esto no suceda… seremos los de siempre… un grupo elitesco de “caminantes solitarios”.