Un recorrido hacia la cima del Kilimanjaro
Sentado en el café Bamboo, en el centro de Arusha, es mucho más fácil evaluar la intensidad de los días pasados. Ya casi no recuerdo cuando salimos de Venezuela, creo pensar que fue el pasado 19 de Julio, sin embargo llevo tantos días viajando, que el pensamiento de casa y todas esas cosas cotidianas, luce ajeno y lejano. Pero ya comienza el retorno, esta noche salimos rumbo a Caracas, pero no sin antes hacer escala en Dar Es Salam y Ámsterdam.
Han sido muchas vivencias, entre las cuales, el ascenso al Kilimanjaro, la montaña mas alta de África, ocupa un lugar muy especial en nuestras memorias. Nuestra llegada al aeropuerto internacional Kilimanjaro quedo envuelta en el misterio de la noche. No seria hasta el día siguiente que nos percataríamos de estar realmente en territorio africano. Un clima ideal llenaba de colores el aire, donde cada uno de sus elementos disfrutaba de esta hermosa fiesta primaveral, la simpatía de su gente hacia de este lugar el sitio ideal para iniciar nuestra aventura. Un día de descanso fue suficiente como para llenarnos de expectativas y nerviosismo antes de la salida.
Fueron seis días muy especiales, durante los que 14 personas con las más diferentes inquietudes, pudimos compartir el ascenso de esta hermosa y especial montaña. La primera etapa, que comenzamos el día 23 de Julio nos llevo a la base de la ruta escogida “Machame”, una de las más hermosas rutas para escalar la montaña según los entendidos. Nuestra caravana, después de todos los arreglos, estaba conformada por 32 porteadores, 2 cocineros, 2 asistentes de cocina, 4 guías de montaña y 2 asistentes de guía, naturalmente acompañados por nuestro grupo de 14 personas, sumando un total de 55 integrantes de uno de los grupos más numerosos que se encontraban tratando de escalar el techo de África.
La primera etapa de nuestro recorrido comenzó en “Machame Gate”, una de las entradas al Parque Nacional Kilimanjaro, ubicada a 1.800 metros de altura y una temperatura que invitaba a caminar a través del hermoso bosque tropical que rodeaba toda la falda de la montaña. Una intensa humedad hacía del recorrido un verdadero laberinto entre la niebla y la densa vegetación, lográbamos avanzar metro a metro, hacia el objetivo de nuestra primera etapa, “Machame Hut”. El altímetro marcaba 3.000 metros y repentinamente, al despejarse la niebla, bajo un hermoso manto rojizo, apareció delante de nuestra atónita mirada el coloso africano. Un segundo aire llenó nuestros pulmones y uno a uno fuimos llegando al campamento, para irnos acomodando bajo el intenso frió de la tarde en nuestras carpas y finalmente, después de una agradable cena, dar paso al merecido descanso del día.
Un hermoso amanecer era la mejor señal de que el tiempo estaba a nuestro favor, el “Kili” seguía manifestándose como un coloso que acompañaba nuestro camino hacia lo más alto de África. El ascenso del día fueron 850m. de desnivel por una pendiente muy pausada y unas 5 horas de camino, que nos colocaba en una extensa llanura volcánica llamada “Shira” (3.840m). Nuestra “caravana” se movía lentamente, sin embargo, como por arte de magia, al llegar a cada campamento lográbamos conseguir todo arreglado: carpas y equipaje en su debido lugar, la carpa comedor con todo su equipamiento listo… “lunch” sobre las mesas, agua hervida para el té o el café, todo esperando para que nuestro cansancio y apetito fuera atendido de forma inmediata. Este proceder no era fruto de la casualidad ya que se repitió día a día gracias al innegable apoyo de nuestro personal de Guías, Porteadores y “Staff” de cocina.
Paul, Hugo y yo ocupábamos las últimas horas de la tarde hurgando entre el suelo rocoso en busca de “obsidiana”, un abundante mineral de color negro intenso, producto de las antiguas erupciones de este inmenso volcán llamado… Kilimanjaro. Algunos aprovechaban para sumirse en un estado meditativo y de descanso, mientras que otros corríamos de arriba hacia abajo buscando el mejor ángulo y el momento mas apropiado para tratar de captar lo mas fielmente posible toda la belleza del lugar. El día nublado no solo sirvió para tener un caminar más fresco y efectivo sino también para brindarnos un atardecer lleno de tonalidades grisáceas en el que la luz trataba de escaparse entre las nubes y la densa niebla de la tarde. “Shira Plateau” se convirtió en un verdadero cuadro impresionista en el que los colores opacos contrastados por la fuerza de los últimos rayos solares de la tarde formaban un bucólico cuadro en el que las cámaras fotográficas no cesaban de buscar el momento exacto que pudiera atrapar tanta belleza.
Resulta difícil pensar que tan solo 10 días atrás el frío aliento del Kilimanjaro besaba mis mejillas. Ahora surco a toda velocidad la campiña francesa y desde la ventana del tren solo el contraste me hace recordar los pasos recorridos en las áridas montañas de África. Recuerdo con absoluta claridad la sonrisa de los porteadores que con sus pesadas cargas hacían magia para atravesar las empinadas cuestas de “Lava Tower”, aparentando el más digno espectáculo del “Cirque de soleil”.
La ruta que habíamos escogido para ascender hasta la cima de África incluía desniveles que nos permitían, a pesar de lo rápido de la subida, una aclimatación apropiada para poder así enfrentar la última jornada que nos llevaría desde los 4.600m de “Barrafu Camp” hasta el punto más alto de la montaña a 5.985m en el “Uhuru-Peak” y luego descender de manera casi continua hasta los 3.100m de “Mweka-Camp”(léase Mueka). Un verdadero esfuerzo que tan solo se vería recompensado por haber logrado la cumbre y poder escapar de los incómodos efectos de la “Alta Montaña”. A mi parecer, esta es una de las etapas más impresionantes del recorrido hacia la cumbre del Kilimanjaro, tomando en cuenta la diversidad ambiental motivada a los cambios de altura a lo largo del trayecto y la escarpada topografía determinada por la cercanía de los Glaciares. El contacto con el sutil límite que determina la altura y que define a su vez un ambiente que se siente profundamente en el espíritu, resalta la belleza de cada rincón que aparece ante nuestros ojos… plantas como el Senecio y la Lobelia, que abundan entre las escarpadas paredes, traen fácilmente a la memoria un grato recuerdo de nuestros paramos andinos. Por otro lado, el simple hecho de ascender a “Lava Tower” (4.200m) y luego descender al campamento “Barranco” nos hace atravesar un mundo rocoso en el que la montaña toma vida y parece querer hablarnos de toda la fuerza volcánica que durante años gestó cada uno de estos parajes en los que los ríos de lava y los otrora gigantescos glaciares luchaban por convivir en lo alto del cielo africano.
A pesar de lo bien definido del grupo en función de la velocidad de marcha de cada uno de sus integrantes, cada cierto tiempo nos reuníamos todos para compartir comentarios, algo de comida e inclusive una que otra “pastilla” contra el malestar estomacal o analgésicos diversos. Por suerte la maestría de “Tito” como médico del grupo lograba mitigar, más que los medicamentos, cualquier dolencia que pudiésemos padecer.
Nuestra llegada a “Barafu”, al igual que todos los otros campamentos, se oficializo con la firma de cada uno de los integrantes del grupo en el libro de “Parques Nacionales” ubicados en cada uno de los impecables refugios construidos para tal efecto. Vale la pena mencionar la muy bien organizada “red” de servicios (vigilancia, permisología, rescate, y Guardaparques) extendidos en los principales puntos de acampada dentro de cada una de las “Rutas”. El cansancio motivado a la larga caminata del día y a los intensos efectos de la altura, nos obligaron a apresurar nuestra cena y reunión para finiquitar los detalles del ascenso que comenzaríamos antes de la media noche divididos en dos grupos que estarían determinados esencialmente por la velocidad de marcha. Pastillas de Diamox, Ibuprofeno, Antidiarreicos, protectores estomacales y “pare usted de contar”, rodaban entre nuestras manos, que congeladas por la baja temperatura, manipulaban con torpeza las pequeñas “piezas” de medicamentos que apenas ser ingeridas y como efecto casi colateral nos empujó casi sin desvestirnos hacia nuestras carpas para esperar así con inquietud la hora de la salida.
La voz de “Hot Water” a mitad de la noche era el anuncio inequívoco de que el esfuerzo final por llevar a la cumbre había comenzado. De manera casi mecánica hacíamos revista de cada elemento que habría de acompañarnos en las próximas 18 horas… gélidas horas. Medias, botas, guantes, chaquetas, cámaras fotográficas, agua, y una larga lista de equipos abarrotaban la oscuridad de la noche en la que las luces de los montañistas confundían su brillo con las innumerables estrellas del cielo, extraña sensación que nos sumergía en un “limbo” de sensaciones, convirtiéndonos en “entidades” que como lava ardiente iluminábamos la pendiente de esta montaña, estado que se prolongó por mas de 6 horas hasta que de pronto la agradecida luz del sol comenzó a ser la protagonista de las frías arenas que rodeaban las proximidades del cráter de la montaña en el conocido “Stella Point”… punto de referencia que solo indicaba que el camino restante era “pan comido” a pesar del gélido viento que congelaba cada centímetro a su paso.
Solo quedaron abrazos, felicitaciones y resignación al regreso… el camino aún no había terminado, horas de descenso por infinitos arenales nos separaban aún de nuestro objetivo final del día… “Mweka Camp”, especialmente si tomamos en cuenta que el clima ceso en su tregua para dar paso a una suave nevada que blanqueó toda la parte alta de la montaña. Un descanso y algo de comida fue suficiente para tomar la determinación de apresurar el paso y… a pesar del cansancio continuar nuestro rumbo hacia tierras más confortables.
Los 3.095 metros de “Mweka Camp”, fueron suficiente para convertir nuestra última noche en los aposentos del Kilimanjaro en una exquisita noche en la que exquisita comida, agradable conversación y una relajante sensación de éxito nos hizo descansar lo suficiente como para afrontar el trayecto final que nos haría dejar esta página de nuestra historia entre una de las montañas más imponentes del mundo. Un grupo ideal en el que ni sobró ni faltó detalle combinó el justo “sabor”, que le dio a este plato la excelencia de uno de los mejores “Cheff” del mundo… La Montaña.
Integrantes de la Expedición:
Eduardo Abad
Fernando Millan
Giampiero Finazzo
Hugo Fernandez
José Camacho
Julio Fernandez
María Isabel Pecori
Manuel Millan
Mariela Sifontes
Paul Mc Neal
Victor Rondón
Viviane Chonchol
Alfredo Autiero (Guía de Montaña)
Y todo el “Staff” de Guías, cocineros, asistentes y porteadores que hicieron posible esta “Aventura”.